lunes, 23 de abril de 2012

Libros y rosas


Ya sé que para los que viven un San Jordi en Barcelona por primera vez, la cosa es bastante espectacular. tanta gente, tantas rosas, tantos libros. 
Realmente es una idea bonita, a pesar de que a mi siempre me a parecido algo injusto y machista que a las mujeres tradicionalmente se les regale rosas y a los hombres libros y siempre he reclamado para mi, un libro, y si tengo que elegir, prefiero este a una rosa roja.
Ayer que me paseé por las Ramblas de camino a una exposición estupenda de libros-objeto, ya estaban todas las floristas preparando las rosas y, la verdad, excepto alguna que era bonita, la mayoría eran un horror. 
¿Quién les ha dicho a los cultivadores de rosas, que a la gente le gusta las mutaciones imposibles de colores espantosos) ...mas parece que esos señores y señoras se hayan tomado un tripi alucinógeno combinado con el juego aquel ¿Quimicefa?, o algo así.
¿A qué mente retorcida y hortera se le ha ocurrido hacer una rosa con los colores del barça? 
¿Por qué no hacen un cursillo ? mejor dicho, ¿por qué han hecho ése cursillo horroroso?...
No tengo palabras.
¿Podemos hacer un casting de rosas, por favor?
Abajo de todo de las Ramblas, estaban unos vecinos haciendo un sondeo participativo de como quería la gente, los barceloneses, que fueran Las Ramblas.
Lástima que se me hizo tarde porque podía haber rellenado páginas y páginas.
Estas Ramblas son un horror.
Los chiringuitos: los diseños mas feos, cutres y absurdos que se les ha ocurrido...
Lo que venden: una pesadilla y un batiburrillo de productos que no sé qué tienen que ver con el paseo en sí y un olor a garapiñada concentrada, que tira para atrás...
Los trileros: ¿porque no están en la cárcel?
Los bares y restaurantes: ¿por qué no se les exige una estética algo más cuidada?
Los souvenirs: en la ciudad del diseño, no he visto cosa mas horripilante...
En general, de pena y en particular pues de pena también.
Menos mal que el Liceo había colocado una pantalla gigante y estaban dando un concierto estupendo en directo, para todos los paseantes.
Eso si que habría que fomentar.
Y en la exposición había unos libros preciosos....qué pena que los turistas no se lleven de Barcelona una imagen mas culta.

Yo hace días que me compré dos libros que os recomiendo.
El lector de Julio Verne de Almudena Grandes. Una historia preciosa. Un libro que hay que leer.
La Dona Veloç de Inma Montsó. Un historia genial. Un libro muy recomendable.
Y ayer en Las Ramblas me regalé a mi misma un ramo de "francesillas"  o ranúnculos creo que se llaman, unas flores que me encantan y que son baratas, entre otras cosas porque a pesar de su muy aparente fragilidad, duran muchisímo y justo antes de desmoronarse es cuando están más bonitas.
Libros y flores, una combinación estupenda.
Mirad mis "francesillas" , ¿no son preciosas?...




lunes, 16 de abril de 2012

Destete súbito


De mis tres MiniPombolitas solamente puedo decir cosas buenas, primero porque son monísimas y tres chicas estupendas, y luego porque son mías, y porque las madres y los padres en general no tenemos que ser objetivos sino absolutamente partidistas, ¿quién sino te va a decir que eres la mejor?, a mi me lo dijo mi padre repetidamente y no me lo acabé de creer porque él era algo exagerado para todo, y para compensar, mi madre, hacía de poli malo exagerando también mucho el papel con lo que siempre nos sacaba defectos...pero entre el uno y la otra en este caso, me quedo con el que me decía cosas estupendas, pero lo otro queda y ya queda para siempre, y por eso, es verdad que tiendo a ser una madre algo bipolar y les doy a las mías, una de cal y otra de arena, intentando siempre no caer en...: "que mal color tienes hoy" o "ese corte de pelo, no acaba de gustarme..."
Encima  lo que te sirve con una no te sirve con otra o sea que mas vale no programar, aunque a veces es inevitable esperar reacciones parecidas ante situaciones parecidas. 
Gran error.
Estoy bastante acostumbrada al follón, a la discusión y a la polémica con las dos mayores y en la edad en que les tocó discutir, reafirmarse, "matar virtualmente a la madre" (yo),-cosa que toda mujer parece que debe de hacer-, ahí, yo, aguanté  el tipo, firme como una roca, con algunos desperfectos pero viva al fin y así ellas consiguieron separarse de mi, ser mujeres autónomas y quererme más en la distancia. 
No sé si es lo que tenía que hacer, pero no se me ocurrió ni supe hacer otra cosa.
A lo mejor la he fastidiado mucho y soy una madre fatal, porque veo que otros hijos están aún en casa y en cambio las mías ya no.
El caso es que me quedaba una, pero resulta que ya no.

Mi MiniPombolita 3, el otro día me dijo: "me voy a ir a vivir con mi novio"...
Y yo, haciendo la despistada le contesté. "¿ah, si?" , " y porqué no te vas a vivir sola primero, comparte con amigas, quizás sería mejor...?
Y me dijo: "Bueno, ya lo había pensado, pero no. Me voy con A.(el novio), ya está decidido"
Ahí se acabo la conversación.
Bueno, yo pensé que se iría el mes que viene, o así, y que primero se llevaría cosas y sería una cosa gradual.
Pues no, se fue al día siguiente.

Me cogió el carro de la compra (prestado) y no sé ni deciros qué se ha llevado pues aparentemente poca cosa.
Y me ha dejado ahí en su cuarto, en toda la casa, todo:
el cuarto empantanado, la toalla colgada en el baño, la cama hecha, el pijama para lavar y la cara de idiota que se me ha quedado, que ya no sé si me lo voy a quitar algún día... 


Y encima, soy una madre traumatizada.
No he podido hacer de madre pesada.


La única ventaja es que ya puedo poner la música que me gusta a mí a todas horas...





martes, 10 de abril de 2012

Su juego favorito

Esta semana santa en la ciudad, con mal tiempo y televisión por cable, me ha permitido, entre otras cosas, recuperar del olvido en una sobremesa tonta, una película que, mientras me reía un montón mirándola, recordé que ya me había hecho reír a los, calculo, 12 0 13 años en que la dieron por la tele aquí. 
Es del 63, por lo que, yo que soy del 55, le pongo unos años mas, que antes las películas tardaban en llegar aquí, y yo juraría que la vi en la tele, aunque también podría ser que la viera en un cineforum que tenían los jesuitas los domingos por la tarde y al que íbamos mucho. 
Si no sabéis lo que es un cineforum, es que sois demasiado jóvenes para todo...
La película va de un tema que, no sé porque, me parece que era muy habitual en el cine americano de la época: la pesca, tema que por cierto siempre me ha parecido soporífero. 
De hecho recuerdo una vez en que un medio noviete me llevó a pescar cangrejos en un río, todo muy bucólico y aburridísimo, y al cabo de nada, de estar allá con, ¿una red, sería? aparecieron unas vacas ( dos o tres) en el prado adyacente y ante el amago de que venían a conocernos, salí huyendo de allá como una loca...y se acabó la pesca...para siempre.
Bueno pues esta, va de uno que en teoría pesca muy bien y ha escrito un manual, pero no tiene ni zorra idea, y es que no sabe ni nadar, y tiene que aprender en tres días.  
Se llama "Man's Favorite Sport", aquí "Su juego favorito".
El es Rock Hudson y ella, la estupenda Paula Prentiss, que está genial, el director el inefable Howard Hawks, ¿quien sino?, la música de Henry Mancini, -como no-, y es una de las películas mas tontas que conozco y mas deliciosas al mismo tiempo. 
Y no está entre las mejores películas del director, pero sólo alguien como el, la podría haber hecho.
Los secundarios: de lujo.
Los títulos de crédito: no os los perdáis.
Mi secuencia favorita del minuto 40 al 45

Aquí está enterita.













domingo, 8 de abril de 2012

Se llama Esperanza

El País, domingo 8 de abril de 2012
Natalia Junquera
Palencia
“Yo tenía 18 meses cuando fusilaron a mi padre. Mataron a ocho de mi familia. Los falangistas fueron a buscarles a las eras, al campo, donde estaban todos trabajando. Iban a por mi padre, querían tomarle declaración, dijeron. Pero mi abuelo dijo: ‘Donde va mi hijo voy yo’. Y su sobrino, lo mismo. Y así, se los llevaron a todos. Ya no les volvimos a ver”, recuerda Esperanza Pérez Zamora.
Acaba de cumplir 77 años y hace 35 estaba recorriendo pueblos, buscando pistas sobre el paradero de sus familiares para abrir las fosas donde se encontraban. Hoy, incluso el partido que tanto criticó la memoria histórica, ahora en el poder, apoya y planea subvencionar las exhumaciones. Pero entonces, cuando Esperanza Pérez empezó a hacerlas, justo después de la muerte de Franco, solo expresar en público el deseo de abrir las fosas del franquismo era peligroso.
Fui a ver al asesino. Le dije: ‘Mañana más te vale que me digas dónde está
 “Muchos me insultaban. ‘Puta comunista’, me decían. O directamente, me cerraban la puerta en las narices en cuanto les decía por qué estaba allí. Todavía había mucho miedo. Solo me ayudaron mujeres en una situación parecida. Alguna me cogía de la camisa por el pecho, me metía dentro de su casa y me contaba en voz muy bajita lo que sabía. Una señora me dijo: ‘Subía la gente a ver a los muertos como en una procesión. Los habían dejado mal enterrados. Fue una vergüenza...”.
Esperanza tardó tres años en encontrar a todos sus familiares. “En el momento en que salió Adolfo Suárez, fui a por ellos. Mi marido, que es taxista, dejó de trabajar para llevarme de un pueblo a otro, a preguntar a la gente si sabía algo. Tenía que volver muchas veces a la misma casa para que me contaran cosas. Al principio estábamos muy solos, pero luego nos fueron ayudando familiares de otros fusilados”.
Esperanza tenía a sus familiares repartidos por varias fosas en distintos pueblos. El paradero de su padre se lo dijo el mismo asesino. “Me dijeron el nombre del falangista que le había matado y esa misma noche fui a verle. Era 1977. ‘Soy la hija de Juanón y sé que usted le dio el tiro a mi padre. Mañana a las nueve de la mañana más le vale que esté usted en las tierras que tiene en Villamuriel para que me diga exactamente dónde está enterrado’, le dije. Se quedó blanco. Al día siguiente se presentó allí con la Guardia Civil. Los agentes me pidieron un montón de papeles, pero al final, el asesino señaló el sitio”.
 
En las fosas de mujeres salían unas trenzas larguísimas. Fue muy duro
Esperanza abrió tres fosas en Villamuriel, cuatro en Villamediana, cinco en Magaz, dos en Valdespina y una en Valoria la Buena, todas en Palencia. “En total recuperamos unos 150 cuerpos. Teníamos una pala, un azadón y un cepillo. Pero todo lo hacíamos con las manos, con las uñas, un día y otro día, hasta que terminábamos. Luego metíamos los restos en sacos. La excavadora que utilizamos alguna vez, la pagamos a escote entre los familiares”. Aún guarda aquellas facturas. “Es lo mejor y lo más difícil que he hecho en mi vida. Pero fue muy duro. En la primera exhumación pensé que me iba a dar algo y que me iba a morir allí mismo yo también. Tener una calavera en la mano y pensar que es de tu padre es terrible. En Villamediana, por ejemplo, los restos estaban cubiertos de cal y las faldas de las mujeres se veían todas blancas. Aún conservaban larguísimas trenzas. También encontraba botas, cucharas, monedas...”.
Esperanza calcula que en total debió poner de su bolsillo un millón de pesetas. “Por cada cuerpo que sacábamos teníamos que pagar 1.000 pesetas al Ministerio de Sanidad, por eso no declaramos a todos. Entonces no había ADN y enterrábamos a muchos juntos. Vendimos los dientes de oro de uno y nos dieron 14.000 pesetas para seguir exhumando. Otro señor que se enteró de lo que estaba haciendo me dio 20.000 pesetas y así íbamos tirando. Era mucho dinero y muchos trámites: había que ir a la sede del Ministerio de Justicia a Madrid, y a Sanidad, y luego hablar con el alcalde del pueblo...”.

En cuanto terminó las exhumaciones, se puso con las pensiones. “Empecé a buscar a viudas de fusilados para explicarles que podían pedir la pensión. A algunas les daba todo tanto miedo que no querían ni llevarse los papeles para no tenerlos en casa. ¡Y Franco ya había muerto! Otras no sabían escribir y para firmar tenía que llevarlas yo con la mano sobre el papel”.
En 1979 ya había terminado su misión, exhumado a sus familiares, celebrado dos funerales y enterrado a los fusilados en cementerios. “El día que terminé sentí mucha felicidad y mucha tristeza. Ese día le pude decir a mi madre: ‘Ya está’, y lloramos las dos todo lo que nos dio la gana. Me abrazó como nunca me había abrazado y solo por eso ya valieron la pena todos los malos ratos”, explica Esperanza. “Tuve muchas pesadillas. Por la noche, en la cama, me veía a mí misma dentro de una tumba, rodeada de huesos. Miedo creo que no tuve nunca. Cuando murió Franco, abrimos una botella de champán y luego me vine como una fiera a España a buscar a los míos. Entonces estaba en Bélgica. Todo lo que quedó de nuestra familia después de la guerra se había refugiado en otro país. Creo que he sido valiente. Y estoy muy orgullosa de haber hecho lo que hice”.