miércoles, 22 de febrero de 2012

Presuntas certezas

Creo que como nací en Bilbao, soy de natural algo rígida y lenta en mi temperamento, y lo digo porque en eso me parezco a la parte mas bilbaína de mi familia.
O sea, que tardo o me cuesta, valorar lo que me pasa, las ideas, opiniones a mi alrededor, a mi y a mis próximos, cosas que en teoría me afectan, aunque parece que todo afecta, la vida en general afecta, y eso hace que a veces me aferre a opiniones que yo creo certezas y de las que es mucho más difícil bajarse...
En realidad creo que por eso leo tanto, aunque tengo que dejar claro que leo extraordinariamente rápido y que me entero perfectamente de lo leído y además también soy muy rápida en el resto de cosas de la vida, o sea que en realidad es una parte pequeña de mi cerebro la que va despacio, pequeña pero importantísima, creo que la que procesa los datos emocionales nada más y nada menos.
¿Dónde debe de estar colocada? quizás de cría, me di algún golpe, cayendo de la bici, y me quedó afectado ese trozo del cerebro...
El caso es que podría hacer una lista inacabable de "presuntas certezas" que he tenido y a las que tarde o temprano he tenido que renunciar, por ejemplo:

Aseguré mucho tiempo que jamás trabajaría con un ordenador.
A mi no me gustaban los pimientos, -puaf, qué ¡asco! ni el bacalao, ni los puerros , la purrusalda, que porquería...
Odiaba la cerámica de lava alemana de los 50 y todo el mobiliario de esa época por extensión.
También aborrecía ciertos pintores abstractos como Tápies, por ejemplo.
Y esos pañuelos de cabeza, creo que de Hermés, que tienen un gallo en colores marrones con el borde ocre...
El campo como sitio para vivir, no me interesaba en absoluto.
Los retablos antiguos me parecían un horror.
No me interesaban nada las joyas ni los productos de lujo en general...
Y así podría estar horas escribiendo...

De todo eso me sigue sin gustar el bacalao y en cuanto a las joyas y los productos de lujo, no los tengo, pero si puedo apreciar y admirar, el trabajo, la paciencia y el gusto infinito que se necesita tener para hacer algunas de esas cosas y por eso muchas me encantan.
Quiero decir que en gran medida estoy hablando de estética y es que seguramente lo que me faltaba para apreciar ciertas cosas, era educar el ojo y simplemente hacerme mayor.
En cuanto a las ética, pues también he cambiado unas cuantas ideas aunque aquí no las vaya a explicar, y ni aún así me he vuelto de derechas o religiosa y veo difícil, -no quiero ser rígida y decir imposible-, que en esos dos aspectos de mi vida cambie, es más, les tengo dicho a mis niñas que si algún día me muero, que no creo, porque pienso ser bastante inmortal, si noto que cerca de mi hay algún cura voy a resucitar para fastidiarles eternamente.
Y si, es verdad, soy algo rígida, sobre todo me sigue costando mucho entender a la gente que tiene un pensamiento en general conservador sobre la vida y en realidad creo que la cosa se reduce a que no entiendo como no se pueden tener dudas sobre la manera en que vivimos teniendo la información que tenemos, como se puede mirar para otro lado e ignorar como vive la mayoría del resto de la humanidad.
Y por ejemplo, siendo más cercana, no entiendo como se puede considerar el enemigo y molerlos a palos con las porras, a cuatro estudiantes que están quejándose de que en las aulas tienen frío... es que como mínimo, me parece contraproducente, que ahora ya no son cuatro, se han multiplicado y con razón y tengo que decir que me alivia sobremanera que en Valencia quede alguno que no sea del Pp porque ya lo dudaba...

jueves, 2 de febrero de 2012

Lagarterana


Me voy a Madrid en plan lagarterana.
Para los más jóvenes, que sepáis,-no en la prehistoria si no cuando yo era pequeña ( tengo 56) -, las mujeres de una comarca de Toledo llamada Lagartera, muy mañosas para el bordado, cuando llegaba el buen tiempo, mandaban a las más atrevidas por toda España para vender la producción de manteles, ropa de cama y demás, que habían hecho durante todo el año.
Iban de dos en dos, como los mormones, y llevaban los quilos de ropa en unos hatillos enormes que cargaban sin apenas esfuerzo.
Además vestían su traje típico algo simplificado, para que la gente supiera quienes eran.
Yo creo que en todas las casas a las que llamaban se las recibía e incluso les encargaban piezas de una temporada a otra.
Cuando llegaban, desplegaban toda la mercancía encima de la mesa del comedor para que pudiéramos admirar la maravilla de sus bordados.
Ya no recuerdo si en casa se compraba mucho o poco, pero si algo, pues yo aún atesoro un mantel de hilo con un bordado muy simple pero precioso, que ya está para el arrastre pero que pienso usar mientras mantega la urdimbre.
A mi me encantaba todo el asunto: ellas, los trajes, los hatillos, la maestría en el despliegue y sobre todo la dignidad.
Ayer las recordé al escuchar a dos testigos en el juicio a Garzón. Eran dos mujeres y aprovecharon muy bien el único momento en su larga vida en que han podido explicar su historia.
Y realmente no hubo mas remedio que escucharlas, ¡qué dignidad!, estuvieron maravillosas.
Con esas voces y ese castellano tan preciso y claro...¡que las nombren académicas de la lengua!
Que bonito.
Mas vale tarde que nunca, por eso hay que ayudarles a encontrar a los suyos.
Por dignidad.

Yo no tengo traje que ponerme, ni hatillo, ni bordados que enseñar, pero me voy a Madrid a vender mi producción tan dignamente, con este frío que está cayendo y que no va a lograr enfriarme el alma de lagarterana algo china que hay en mi.

Aquí os dejo el traje de estas mujeres y si tenéis paciencia, vais a ver todo lo que le llegan a poner a esa pobre ...aunque con el frío que parece que está cayendo, a lo mejor es lo que necesito...


Farcama 09 Vestirse de Lagarterana por LagarteraTV