jueves, 24 de noviembre de 2011

viernes, 18 de noviembre de 2011

Una familia chino-japonesa


La tía Concha era la última de las numerosísimas hermanas de mi abuela.
Creo que siempre ejerció de pequeña ante sus hermanas y el resto de la familia, y como no llegó a tener hijos y se casó con un hombre mayor que ella, un tipo encantador, que la adoraba y la llevaba en bandeja, siempre tuvo un carácter algo infantil y caprichoso.
Era simpática, pero desde luego no con los niños de la familia, con los que no tenía ni la más mínima paciencia y a los que dedicaba muy poca atención, la justa para no quedar mal con sus hermanas y sobrinas.
Nos gustaba verlos cuando venían de Madrid, porque eran diferentes y bastante ricos: tenían decorador, modisto, joyero, peletero y chófer y nos daba mucha risa porque a pesar de éste y de poseer un automovil estupendo, viajaban en tren hasta Bilbao, ya que el perrito de la tía se mareaba.
El chófer los dejaba en el tren, en Madrid y después rápidamente, iba por carretera a recogerlos a la estación de Abando, como si hubieran viajado todos juntos. Eran unos viajes muy complicados que se repetían varias veces al año.
Al tío, al contrario que a su mujer, le encantaban los niños y nos hacía mucho caso. Era un hombre muy cariñoso y gamberro.
En Navidad, siempre nos hacían algún regalo.
Nos hacían mucha ilusión ya que la vida entonces era muy austera y en casa los reyes eran bastante modestos: una muñeca, o un juego y para de contar, aunque como creo que los elegía ella,eran muy peculiares: siempre eran o muy prácticos o totalmente absurdos.
Así, que yo recuerde, a las tres mayores, un año nos regaló unas autenticas gorras escocesas de lana pura, de ésas con un enorme pompón, que picaban que te morías y que odié toda mi infancia cuando, cada invierno, inexorablemente aparecían del fondo de algún baúl con olor a naftalina, creo que otro año nos tocó la bufanda, más suave pero también eterna, y por supuesto, no nos faltó la inevitable faldita escocesa con el imperdible de marras. Ésa, mi hermana P. y yo, conseguimos reducirla a la nada cuando vimos en una revista la primera minifalda en Carnaby Street, y aún me asombro de que nuestra madre nos dejara salir a la calle poco menos que enseñando las braguitas...
Para compensar otro año nos regaló unos bebés monísimos, con toda su canastilla dispuesta en una cesta de esas planas de ropa de plancha, que nos encantó. Un regalo precioso.
Luego ya fue cayendo en lo absurdo ( sospecho que sus compras coincidían con algún rastrillo pijo navideño) y se dejaba llevar por la inspiración del momento.
El regalo más peculiar fué uno que nos hizo a P. y a mi juntas; nosotras íbamos en bloque, como nos llevábamos muy poco éramos como gemelas.
Se trataba de unos muñecos de pasta pintada a mano, que representaban a una familia que nosotros supusimos alegremente que era china pero que con el tiempo descubrimos japonesa.
Daba igual porque durante muchos años fueron "los chinos".
Eran un padre, una madre y un hijito pequeño, vestidos con kimono de seda, sentados en unas alfombrillas y al moverlos, como absurdamente tenían aquel mecanismo simulando un lloro, parecían unos bebés sin serlo, o peor aún, unos padres-niños. En cualquier caso un efecto muy raro.
La verdad es que eran bonitos y muy delicados para unas unas manazas como nosotras, por lo que nunca nos dejaban jugar con ellos.
Encima como P. era mayor que yo decidió si o si, que la madre, que era la más mona con diferencia, era suya, y el padre, mucho más feo, para mi; el niñito, "salomonicamente" para las dos. Eran como un matrimonio exclusivamente unido por la paternidad. Real como la vida misma.
Fue el típico regalo que durante años adorno nuestro dormitorio compartido y con el que raramente jugábamos, con el paso de los años pasó a una caja, y después, increíblemente, viajó hasta Barcelona ( me sorprende ya que aún recuerdo con indignación todo lo que mi madre tiró cuando nos vinimos a vivir aquí...) , y cuando tuvimos hijas propias, volvió a salir la caja durante las sobremesas de las comidas familiares. Hasta que una de las niñas, me temo que una mía , decidió cortarles el pelo, ante la indignación de la abuela que aprovechó para opinar que ya era hora de que nos los lleváramos a nuestra propia casa.
Como era un indiviso entre mi hermana y yo pero nos llevamos muy bien, decidimos que primero los tuviera ella un tiempo y luego los tendría yo.
P. intentó arreglarlos un poco y los colocó en una especie de caja, por que la verdad, es que a estas alturas ya son unos muñecos muy raros y muy bonitos, pero es un poco chapucera y no le quedaron muy bien..
Hace unos años, se los robé sin que se diera cuenta ( es muy despistada) y los restauré un poquito, los kimonos, el pelo, sustituí lo que faltaba y les hice una caja vitrina preciosa a la que además incorporé unos retratos nuestros tuneados de japonesas, como si fuéramos las antepasadas de la familia, ya para siempre chino-japonesa. Se lo regalé por Reyes en un paquete oriental muy "currao" pero sin renunciar a la propiedad, es más, puse por detrás una explicación del tema por si sus hijas o las mías aún no se han enterado a quién pertenece, y sé que le hizo mucha ilusión.
Ahora, hace unos días, me los he traído yo a casa.
Es como aquellos santos en una casita portátil, que mi abuela tenía durante unos días en su casa, y luego había que llevarlos a la siguiente señora de una lista que ellas sabían de memoria. Recuerdo de un San Antonio que al final sólo tenía dos señoras, ya que las otras se habían ido muriendo, y el pobre iba de una casa a otra sin solución de continuidad...

Mis santos chino-japoneses.
Estoy encantada aunque aún no les he encontrado su sitio, necesito pensarlo.

Es que algo que me ha acompañado casi sin querer y desde hace tanto tiempo, debe de tener un significado que no llego a comprender, pero que me parece mucho más importante que todas las tonterías que me preocupan en mi día a día...

viernes, 11 de noviembre de 2011

PRE PARADOS


Para que escribir algo, sí otros lo bordan...

Juan José Millás. El País 11-11-11

Entre parado y preparado no hay más que un prefijo, distancia que, si nunca fue excesiva, con la crisis se ha reducido hasta extremos insoportables. De hecho, ahora todos los trabajadores somos, en potencia, preparados. La recomendación tradicional de los padres ("hijo, debes formarte para estar preparado") ha devenido en una ironía sangrienta, igual que la expresión "jamás hemos tenido una juventud tan preparada". En efecto, nunca hemos tenido una juventud tan cerca de quedarse en el paro; la mitad de los que acaben sus estudios este año se encuentran ya en situación de preparados. El significado se desliza por debajo de las palabras con el sigilo de una sombra asesina. Estar preparado, que en otro tiempo quiso decir haber estudiado dos carreras y cuatro idiomas, significa hoy encontrarse en la situación previa al desempleo, en el umbral del paro, en la frontera de la desesperación laboral. Ahora que habíamos logrado vivir como si no fuéramos a morir nunca, vamos a la oficina con la certidumbre de que nuestro empleo es la antesala del desempleo. Por eso hay también más trabajadores prejubilados que jubilados y contribuyentes más preocupados que ocupados. Hubo un tiempo, ¿recuerdan?, en el que el prefijo de moda fue pos: nos encontrábamos de súbito en la posmodernidad, en la poshistoria, en la era posindustrial o posanalógica. Parece mentira que un cambio de prefijo implique un cambio tan grande de cultura. Ahora todo es más premeditado que meditado, hay también más prejuicios que juicios y presentimos las cosas antes de sentirlas. Perdido su prestigio el pos, nos hemos dado de bruces con el pre. Pero no imaginábamos, la verdad, un pre tan duro, un pre de premonición, sobre todo sabiendo como sabemos desde el principio de los tiempos que no hay presentimientos buenos, pues no existen los profetas de la dicha.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Noviembre

He encargado unas tarjetas por internet.
Es una empresa online que se llama MOO y que me encanta por lo bien organizada que está su web, las muchas posibilidades que tienen, lo cuidado del producto y lo rápido que lo sirven.
Esta vez no sé muy bien que ha pasado pero no me llega el pedido.
Ningún problema; es muy fácil reclamar, a pesar de que está todo en inglés y mi nivel de este idioma como ya os he contado, es muy elemental...
Tienen un formulario para hacer la reclamación y al cabo de un minuto ya me habían contestado una cartita muy atenta en inglés que más o menos he entendido pero que para asegurarme he metido en un traductor online a los que, he de confesar, soy muy aficionada, basicamente por tonterías como esta.
Y dice:

Querido Carmen ...........,
Gracias por ponerse en contacto con el Equipo de Impresión de MUGIDO.
Envío este correo electrónico para confirmar que su investigación está en nuestra coleta de información y reclamaciones, y que un Agente de Servicio de MUGIDO verdadero, humano le regresará hacia el final del siguiente día de trabajo (esto es el viernes de lunes, excluyendo Fiestas nacionales).
Recuerde, soy solamente un poco de software, tan por favor no conteste a este correo electrónico. Usted encontrará a nuestros Agentes de Servicio mucho más conversacional.
Mejor deseos,
Poco MUGIDO
Robot de Impresión Incansable

Que queréis que os diga, no sé qué me ha enternecido más si el "Agente de servicio de Mugido verdadero humano", si la humildad de "soy solamente un poco de software", si los "Agentes de servicio mucho más conversacionales" o la firma de "Robot de Impresión Incansable"...si se presenta a las elecciones, yo le voto.